Puedes tratar de olvidar, convencerte tanto a ti misma como al resto del mundo de que lo has hecho. Pero que lo repitas cada día no quiere decir que sea cierto. Y sabes que no lo es.
Poco puedes hacer, dejar las cartas sobre la mesa una vez más y ver como no cambia nada (que puta es la distancia).
Si esto pasa, te enfadarás durante unos minutos. Te sentirás estúpida. Luego triste. Después las dos cosas a la vez, porque no tienes ningún derecho a irrumpir en su vida de esa forma de nuevo.
Pasada esa fase, te autoconvencerás de que no es más que algo pasajero, se pasará, como todo.
Como conclusión, las cosas seguirán como momentos antes, cada uno su vida, aunque sea con un vínculo común. Odiarás la idea de imaginarle con otra que sabes al 100% que es imposible que le quiera como lo hiciste tú. Pero le imaginas sonriendo, siendo feliz y lo asumes: valoras su felicidad mil veces por encima de la suya y harías lo que fuera por sacarle una sonrisa.
Esto ya lo has vivido más veces, pero quizá nunca habías llegado al momento de querer cualquier cosa con tal de que él sea feliz, aunque tengas que aparentar que dejas de luchar (sabes que jamás lo harás). Entonces estás perdida. O mejor dicho, estás más enamorada que nunca, lo que, en realidad, es un poco de lo mismo.