En ningún momento lo busqué... No le pedí que viniese a por mí, que me buscara la mano entre decenas de personas y unos cuanto decibelios, que sus mejillas coloradas no dejaran de mirarme en toda la noche. No le dije que sonriera, que ansiaba enamorarme de su sonrisa, tampoco que me curara y que su mano fuese la que me salvase de todo lo que me dolía. No le pedí que fuera el desvelo de todas y cada una de mis madrugadas, ni el temblor de mis pestañas al mirarlo ni el de mis uñas al rozarlo, ni siquiera la razón del latido que caminaba más rápido que mi andar al ir a buscarlo. No le dije que un año más adelante se convertiría en mi luna y yo en su piruleta, que el sólo hecho de sentirlo sobre mi pecho era como flotar entre lunares, los suyos, ni que sería mi pequeño cereal cuando nadie nos entendiera...
No le dije nada, no le pedí nada. Y él apareció, apareció con su bonita mirada e hizo de mi vida una carcajada feliz, una sonrisa continua, un te amo perenne...
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