sábado, 26 de febrero de 2011

Pero te quiero.

Amor; nos quejamos tantas veces, tantos días... Tú no bajaste la basura, yo no recuerdo apagar la luz del baño; que se nos olvida que pasan los días, y las quejas, porque cada uno encontramos siempre algo por lo que protestar. Y cada vez que te digo que la basura huele, se que te encogerás en el sofá y que seré yo la que a las tantas de la noche coja la repugnante bolsa y la bajaré con el brazo muy lejos del cuerpo. Y sabes que cuando abra de nuevo la puerta te cubriré de insultos, enormes e inofensivos. Pero tendrás para echarme en cara que olvidé de nuevo la luz del baño y que luego la cuenta sube y nuestro ahorros bajan, y no viajaremos nunca a Buenos Aires.

Nos quejamos todo el rato; tú me arrojas la almohada cuando insisto en despertarte por la mañana, esa absurda manía mia de que algún dia llegues a tiempo al trabajo... Yo bostezo y me hago la dormida por las noches, y protestas porque te arrastro a la cama en lugar de dejarte "trabajar" un poco más, jugando con el ordenador, medio a escondidas. Te pongo un libro en la mano y te pido que me leas algo, y cuando me duermo, me acaricias el pelo y sigues leyendo dos o tres horas más. De modo que mi astuta treta no da resultado y trato de levantarte lleno de sueño por la mañana.

Nos quejamos del derecho y del rehen; a mi madre y a tus amigos, que se hacen los locos y no se toman nada en serio y nos cobran contándonos sus penas que son siempre más importantes que las nuestras. Nos quejamos constantemente; yo me quejo porque no quedo sabrosa la cena y busco en la queja un poco de ternura, que tú me digas que nada importa, que cocino como uno oso pero que me quieres y eso basta; pero pasan los días y el piropo no llega y pasan los días señalados sin unas flores o sin que te acuerdes de que hoy es un año, dos, siete...  Y de pronto te enfurruñas porque hace dos días me dejaste una nota debajo del jabón del baño que yo no encontré.

Nos quejamos. Pero olvidamos la delicia de enterrar mi cara en tu espalda cuando me despierto en mitad de la noche y te siento respirar y ...y el mundo entero se organiza. Olvidamos agradecer el hueco de tu clavícula que me sirve de almohada, y la mirada que se cruza en las cenas aburridas, y los brazos con que calmas mis lágrimas. Y las palabras con que acaban tus preocupaciones. Y la nostalgia inmensa que nos asalta de pronto en el trabajo. Solos.

Y las notas en la nevera, como esta, con corazones ridículos dibujados con la mano izquierda mientras con la derecha agito la bolsa de basura antes de librarme de ella y de pensar en terribles insultos con los que quejarme.

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